miércoles, 6 de diciembre de 2017

El equipo de Holan, el espíritu de Antonio…

A mí no me hables de sufrir, mi papa y mi abuelo vieron al rojo en todo su esplendor campeón de América varias veces y rey de copas. En el 84 yo tenía tres años, apenas recuerdo al rojo campeón al final de los noventas. Me acuerdo de disfrutar del equipo de Brindisi y de las hazañas corajudas del equipo del “zurdo” López. El campeón del Tolo Gallego, equipazo y del equipo del Turco Mohammed que tenía más corazón y huevos que juego.
Mi viejo y mi abuelo, repito, lo vieron en la gloria al rojo. A mí me tocaron unos destellos y verlo con papa irse a la B. Yo vi a gente sacarse la camiseta, ahí fue cuando más me la quise poner, me hice socio, mi viejo volvió a ser socio y empezamos a ir a la cancha. Llego la B, De Felipe y con coraje ante Huracán volver a primera viéndolo en la casa de Mauro con Amelcar los tres gritando el gol de Pizzini.
Pasaron los técnicos, un día llego Ariel Holan, venia de Defensa equipo que jugaba lindo. Lo único que sabíamos era que era hincha del club, que traía un montón de ayudantes y drones. Pero cuando Pancho Sá y el Chivo Pavoni dicen que Ariel es un buen muchacho trabajador te genera algo, porque a pesar que no viste jugar a esos dos monstruos y leyendas del rojo. Alguien te conto de ellos, tu abuelo, tu viejo o tu tío.
Te enteras por la prensa que hizo un asado con su cuerpo técnico, las viejas glorias y los jugadores. Sentís algo y no sabes si es que el tipo te vende humo o hay un cambio.
Eran los sesentas y mi viejo vacacionaba en Uruguay, jugaba al futbol con unos brasileños y unos uruguayos. Dos brasileños se peleaban, un afirmaba que “el pele del santos era el mejor” mientras que el más viejo aseguraba con puño apretado “el Antonio del sao paulo era mejor”. Cuando papa pregunto quién era Antonio, le preguntaron de que cuadro era. A la respuesta de Independiente le dijo el brasilero, Antonio Sastre que jugo en el rojo y llevo al Sao Paulo a sus primeras glorias. El mejor jugador que el brazuka vio en su vida. Cuando volvió a argentina le pregunto a sus tíos por Sastre, que resultó ser del mismo barrio del abuelo, Piñeiro. Ahí papa averiguo todo sobre Antonio, campeón con el rojo, con sao paulo, con gimnasia y esgrima y con la selección. Que jugaba de 10, de 8, de 4 y lo que hiciera falta para el equipo, hasta había atajado en una semifinal de la copa América contra Brasil y había mantenido la valla invicta. No solo atajo un partido, sino muchos porque en esa época no había cambios y nunca le hicieron un gol. La AFA lo considera el jugador más completo de la historia del futbol argentino.
Holan y sus drones, los periodistas y sus suspicacias. Sale a la cancha el equipo con Tagliafico a la cabeza y hacen el saludo tradicional. Un viejo recalcitrante del rojo de esos con los que me junto en la norte baja me dice “hablaron con Pipo y les explico”. Pipo es Ferreyro y el viejo se refiere a que le pasó a Nicolás la vieja mística del saludo que nació de Maldonado en aquel equipo de 60.
Nos acostumbramos a que cuando nos hacían un gol, el rojo estaba más cerca de perder por dos a empatar. Pero Holan nos devolvió la dignidad de pensar que si perdíamos por uno podíamos darlo vuelta, aunque las primeras veces intentamos creer que era casualidad para no ilusionarnos. Aplico su lema, Compromiso, Actitud e Intensidad que primero fueron palabras incrédulas para una tribuna que había visto caer a su amor y pasión futbolística al descenso. Pero después era algo que se repetía en las tribunas con la sensación de que te quemaba el pecho y la seguridad imposible. Y como si el espíritu de Antonio estuviera dando vueltas por ahí, les pidió a varios jugadores que tenían que jugar en otras posiciones y lo hicieron. Algunos sólidos en el plantel de club y otros venían abatidos de otros clubes, pero Ariel les dio algo que los hizo creer y jugar donde tenían que jugar para el equipo. No importa quien haga el gol, los compañeros se abrazan con el más cercano y los hinchas entre ellos en las tribunas.
Es el equipo de Ariel Holan, el hombre de la sonrisa feliz y las lágrimas de alegría por el rojo, de sus drones y cuerpo técnico. El que convenció a jugadores que el equipo los necesita para que jueguen en varias posiciones dependiendo el partido o la necesidad como si Sastre los alentara y que le devolvió a un montón de gente la mística del rojo más allá de ganar o perder.
No sé qué va a pasar en el Maracaná en la vuelta contra el Flamengo, lo que sí sé que este es el equipo de Ariel Holan y tiene ese espíritu de Antonio Sastre de juego colectivo, sacrificio y pasión…


Cuando el rojo lo da vuelta

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